¿Puede ser la administración un apoyo subsidiario a las redes de aprendizaje docente con medios digitales? @CeDeC #ProDig

Experiencias del pasado reciente: Internet en el Aula, Educ@conTIC.

La respuesta es sí. Lo fue en los tiempos de la Escuela 2.0, cuando se avino a sostener la plataforma Internet en el Aula, de manera que la educación pública se beneficiara de las ventajas de la autoorganización, sin necesidad de recurrir a premios y reconocimientos que, a veces, solo han signado el fin de un proyecto. Un colofón con fuegos artificiales.

Aunque con una estructura diferente, también el blog de Educ@conTIC nos ha dejado huérfanas, por muchos y variados que sean los recursos ofrecidos por mil y una páginas, revistas y portales que nos venden el último cacharro tecnológico. Nunca olvidaremos que tenía detrás a un equipo atento a los procesos emergentes de creación y difusión de conocimiento a través de Aulablog, EABE, Novadors, Espiral y los proyectos colaborativos más sólidos que surgían en la red.

¿A qué se debe que iniciativas como la plataforma Procomún u otras similares de larga historia (la saga Agrega y repositorios como Mogea/CREA en Andalucía) no hayan servido para lo que estaba entre sus objetivos: promover el aprendizaje y la colaboración docente? Probablemente porque no se ha confiado en la capacidad de las docentes para autoorganizarse (una redarquía, a falta de mejor nombre); o se pensaba que tales procesos solo necesitaban un repositorio donde almacenar los recursos creados y/o una plataforma con la que manejarse.

Experiencias actuales: proyecto EDIA.

De otro modo, el proyecto EDIA del CeDec sigue pasito a pasito dinamizando la creación de REA (Recursos Educativos Abiertos), a través de un grupo de docentes activas que demuestran su interés por compartirlos, después de haberlos practicado en las aulas. Sus responsables fomentan los valores de la cultura libre, tanto con hechos como con campañas de difusión que amplían el círculo de personas comprometidas (Aulas EDIA). Quienes trabajan en la comunidad de Extremadura podrían explicar cómo funciona un sistema similar en su ámbito a través del programa CREA. Podéis disfrutar de su peculiar sabor comunitario a través de la webserie «Hay que ver (los REA, el proyecto EDIA, Exelearning)».

Los proyectos colaborativos siguen vigentes: #RegresoFeminista, Chococharlas, Ndatiaku.

Ahora bien, lo que más me atrae del proyecto EDIA es, precisamente, que promueve los mismos fines y practica los mismos medios que un proyecto colaborativo en red: servir a todas sus participantes, para que todas ganen, a través de un grupo de ayuda mutua, con generosidad, respeto, cariño y humor. Los medios sociales siguen sirviendo para producir conexiones empáticas, además de reproducir jerarquías y antagonismos. Ciertamente, la diferencia está en los fines con que se usan los medios.

Habrá quien entienda o sienta que ha pasado la era de los proyectos colaborativos, a causa de la evidente sobrecarga de exigencias laborales y, más que nada, burocráticas, con que se maceran las espaldas de las docentes innovadoras y solidarias.

Pienso de otro modo, como le conté a mi admirado compañero de redes, José Blas, cuando estaba encuestándonos (con un objetivo que ya descubriremos). La participación en proyectos es mucho más útil para facilitar el aprendizaje permanente que un máster teledirigido o un MOOC. Genera de forma espontánea un laboratorio de ideas, un webinario y un foro de experiencias. Ahora bien, por muy espontánea que sea la motivación, necesita recursos y medios con que sostenerse en el tiempo.

Muchas gracias a José Blas García por la entrevista en diferido. Además de El Barco del Exilio y su avatar #RegresoFeminista, hago referencia a otros en los que participo: Proyecto Cártama o Proyecto EDIA, cada uno por su singularidad. Debería haber nombrado también las Chococharlas, de las que sigo aprendiendo a diario, y el Proyecto Ndatiaku, dedicado a revitalizar las lenguas originarias con ayuda de los medios sociales, aunque se realiza en el ámbito universitario y había que ser breve. Todos ellos tienen en común el esfuerzo por servir a la inclusión de la diversidad cultural, social y funcional y por proponer una educación en identidades múltiples frente a cualquier especie de dogmatismo o autoclausura.

Así pues, ¿de qué modo puede servir la administración a las necesidades de los proyectos colaborativos sin anular su vitalidad? Es decir, sin filtrarlos como si fueran un filón arenero, por medio de etiquetas e insignias (buenas prácticas); sin poner flores en su entierro a través de premios y reconocimientos, cuyos emolumentos no pueden reinvertirse en lo que no es una empresa, ni tiene entidad jurídica, sino una comunidad de práctica y aprendizaje.

Dejo la pregunta en el aire, a la espera de vuestras respuestas.

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